Un día en la Luna

¿Alguna vez has ido a la luna? Pues yo sí y lo quiero compartir.

Me invitaron y fue así como comenzó mi primer viaje a la luna…

Me recibieron con mucha cordialidad y me dejaron curiosear por todos los lugares que quisiera.

Mientras esperaba, pude notar cerca de la lagunita a un niño pequeño, al que llamaré Tito. Estaba acompañado de una “cuidadora” del Pez. Me contaron que se trataba de un niño con autismo y que venía al Pez desde hacía un tiempo.

Llegaron los demás niños. Todos iban directamente a los juegos. Entraban felices. Yo decidí sentarme en una esquinita mientras admiraba lo lindo del espacio ecológico que me rodeaba y a los niños dándole vida.

Luego, los cuidadores a cargo del taller comenzaron a jugar con los demás niños. Me dije a mi misma: “seguro ya los van a juntar a todos para entrar al salón”. Noté que eso no ocurrió. Al contrario, me di cuenta que los cuidadores estaban respondiendo a la necesidad innata del niño de jugar, y así les daban la bienvenida, así se encontraban con ellos, en su mismo lenguaje.

Luego, empezaron a llamarlos para entrar todos juntos al salón al que llaman la “Mamaloca” todos en círculo. Enrique, el cuidador del Pez y de los niños, nos dijo que era momento de “subir a la luna”. Para esto, era necesario cantar LA canción que te permite subir a la luna. Enrique da inicio a la “Ronda de noticias” ¿Qué era esto? Todos los niños contaban algo. Cualquier cosa que les provocara compartir, desde una fiesta de cumpleaños o si su mascota se encontraba bien de salud. Luego mi presencia les dio curiosidad, me preguntaron: Mi nombre, mi sabor de helado favorito y si me gustaban las tortugas, y así me dejaron ser parte de su comunidad.

Me quedé admirada del respeto que se tiene por el ritmo del niño. En el Pez en la luna había un espacio especial para todo eso.

Luego, pasó algo aún más mágico, “El hacer arte y dejar que la imaginación y la creatividad nos guíen”. Hubo canciones, bailes, juegos, témperas, pinceles y cuentos. Todo lo necesario para facilitar que surja la creatividad.

Finalmente, tocó el momento de bajar de la luna “porque no nos podemos quedar en la luna, también es bueno regresar a la tierra” como dijo Enrique.

Suavemente, despacito fuimos bajando, con una canción que nos permitió llegar a la tierra, sanos, salvos y agradecidos de todo lo que habíamos vivido, niños y adultos.

Esa vez fue la primera vez que me fui a la luna, y creo que una partecita mía se quedó por allá también, en el mundo donde el juego, el arte y la creatividad son los guías.

En el Pez en la luna, me encontré con cuidadores responsables y respetuosos del ritmo del niño y sus necesidades. Pero además dentro de un encuadre que los protegía y los guiaba en el proceso. Todo tenía un sentido: el momento de juego libre, la ronda de noticias, la canción para subir a la luna y para bajar también. Todo tenía como centro el cuidado y el respeto del niño y de su mundo emocional. Creo que un niño que pase por esta experiencia puede recoger mucha sabiduría, su propia sabiduría y explorarla desde un ambiente seguro.

Fue lindo irme a la luna, y espero volver a ir pronto, espero también volver a encontrarme con Tito.

Gracia Dextre

Psicóloga

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