FALTA DE TIEMPO
- rafael4019
- 16 abr 2015
- 2 Min. de lectura

¿Hace cuántos minutos que no escuchas o dices esta frase?: “No me alcanza el
tiempo”. Solía entender a los empresarios, padres de familia, alumnos
universitarios que lo dicen casi como mantra: hasta que le propuse a mi bisabuela
que dedique un momento de su día a escuchar música y cantar (algo que ama) para
alegrar su vida. Para mi sorpresa, me respondió a sus 95 años : “No puedo hijita, no
tengo tiempo”.
Después de eso, no pude evitar investigar sobre qué significa y cuánta verdad hay
en esa frase. ¿Realmente el tiempo pasa cada vez más rápido? ¿Hay alguien que sí
tenga tiempo? ¿Cómo consigo más tiempo? ¿Es algo que pueda conseguir?
Grün y Assländer (2010) en su libro Espiritualidad y administración del tiempo nos
dicen: “Tiempo siempre hay. Disponemos de él de manera ilimitada a lo largo de
nuestra vida. Solo se vuelve escaso cuando lo instrumentalizamos como tiempo
para el trabajo y la producción. El sentimiento de falta de tiempo surge cuando lo
consideramos un recurso pasible de diferentes usos. La opción es: ¿Hago esto o
aquello? ¿De qué modo saco el mayor provecho?”.
Queremos muchas cosas o mas bien todo y entonces nos aceleramos como
aparente solución al problema, sin darnos cuenta que ése es el origen de la falta de
tiempo. “El tiempo no pasa, pasamos nosotros” refieren los autores. Entonces el
manejo de este conflicto está justamente en la DE SA CE LE RA CION.
Como Grün y Assländer señalan, no se trata de hacer todo más lento sino de hacer
las cosas a conciencia. “El desacelerar es una manera práctica de llevar la
espiritualidad a nuestra vida. El siempre más rápido, nos quita perspectiva. Al
circular a alta velocidad, sólo podemos ver como un túnel. Cuanto mas rápido
vamos, tanto menos impresiones recibimos del paisaje que estamos atravesando.
Otro precio que pagamos por la velocidad es la perdida de la libertad de
movimiento. Cinturones de seguridad, asientos estrechos en el avión o el
entumecimiento del cuerpo al volante, al igual que cuando trabajamos frente a la
pantalla de la computadora”. ¿Te ha sucedido? A mí también. Ya no estoy dispuesta
a seguir viviendo así y sobretodo no quiero que los niños tengan que verse
obligados a acelerarse y correr como nosotros, quitándoles lo más valioso que
tienen: conciencia plena y capacidad de vivir en el presente. Ahora mismo mientras
escribo dos niños entran y dan vueltas con ramitas y piedritas jugando a que
visitan un planeta. Me miran, quieren que juegue con ellos. Ahí voy.
Directora Comunidad Educativa El Pez en la Luna
Vanessa Diez Canseco
Terapeuta de Artes Expresivas
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