El Placer de Jugar sin edad
- rafael4019
- 18 jun 2014
- 2 Min. de lectura
EL PLACER DE JUGAR SIN EDAD
Se dice que el juego es el trabajo de los niños; es lo que ellos saben hacer mejor y para lo cual han nacido. Sin embargo, el juego va más allá de la niñez y nos acompaña toda la vida; evoluciona, cambia el contenido y la forma en que se lleva a cabo, pero nunca desaparece.
Durante la niñez, el juego proporciona el medio a través del cual el niño ejercita lo que va aprendiendo. Es su laboratorio personal donde pone en práctica aquello que va descubriendo y donde es más creativo a la hora de solucionar problemas. El juego permanente, los habilita para enfrentar los problemas que luego irá enfrentando durante su vida, tanto frente a situaciones que le impiden llevar a cabo su meta, como al trato con otras personas. Dice Vygotski que en el juego “el niño es una cabeza más alta que sí mismo”. En esta etapa es tan fundamental, que incluso aparece en los derechos del niño a la par del derecho a la alimentación, a la vivienda, a ser querido.
Una de las características esenciales del juego, es llevar a cabo una acción sólo por el placer que produce, el bienestar general que conlleva y las endorfinas que libera. En todas las edades esta es una característica esencial. Por ejemplo un bebé se chupará el dedo sólo por el placer de hacerlo, jugará a está-no está con una persona cercana por el placer que le produce. Al crecer, jugará a perseguirse, jugará on line con los amigos, jugará un partido de básquetbol, jugará con las amigas a adivinar secretos… incluso cuando uno es adulto, juega. Al hacer bromas a otros colegas, contar chistes.. Incluso al iniciar una relación de pareja, el juego es una parte esencial del descubrimiento del otro, y así nacen las competencias, la complicidad, los lenguajes privados que definen a una pareja.
Los adultos que estamos en contacto con los niños, aunque este no sea permanente, tenemos un deber fundamental: defender el juego ya sea dando espacio, tiempo y elementos que no necesitan ser muy elaborados, con los cuales un niño pueda jugar, y dando el ejemplo. Es decir, jugando nosotros mismos. Haciendo aquello que nos gusta, que nos produce bienestar y que repetimos constantemente sólo por el placer que nos produce. Es el mejor ejemplo que podemos dar a los niños ya sea para aquello que viven en aquel momento, como para aquello que vivirán después.
María Inés Cifuentes
Educadora inicial
Licenciada en Educación
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